sábado, 26 de enero de 2008

Paula, por Gonzalo Pérez

La pintura de Paula se revela como un espejo intenso, una bitácora apasionada de su búsqueda por encontrar afuera lo que conoce, con ojos bien cerrados, adentro. La energía del trazo construye estos paisajes en que los huracanes del alma someten nubes y pastos a una dinámica inexorable, sin respiro de color o transparencia. La belleza es en ellos un anhelo, una tierra prometida para los que aceptan la purificación y se entregan sin vacilar al tormento necesario.

Después vendrá el sol que transfigura, y la acción de gracias. Todos los matices germinarán en su paleta para tornarse vida pura; el espíritu diáfano de Paula, emoción y mirada, nos llevará a constatar, en cada hoja de hierba, el esplendor de un universo que por fin se muestra tal como lo hemos intuído en el exilio ciego.

Cuando la sonrisa del fondo de sus pupilas, espontánea, ilumine la magia de cada pincelada, el milagro estará listo y celebraremos los mil cuadros con que ella nos refleja.

Gonzalo Pérez Benavides
Mayo 2004

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